Un día más en la vida de Hugo, no comenzó muy diferente a ayer ni tampoco a mañana, siempre se levantaba pronunciando la misma frase, aparentemente se la decía a si mismo y a su señora, que en los últimos veinte años no la había escuchado por estar dormida, pero sabía cual era, bien que la sabía.
-Una vida legal es una vida digna y una vida digna es una larga vida –esa era la frase y la declamaba a viva voz, tan fuerte, que a su vecino de enfrente le servía de despertador.
Hugo se creía feliz y estaba convencido de ello, su verdad no tenía contradicciones y se forjaba junto a grandes comunicadores que lo hacían razonar muy convincentemente.
Una vez despabilado y después de tomar unos mates junto a su mujer, Hugo se dirigía al garaje, encendía el motor de su Siena y casi al unísono prendía la radio, que desde hace mucho tiempo estaba en sintonía permanente con Radio 10, ya que él era fiel oyente y uno de los que conformaban ese cuarenta y pico de audiencia del que por ahí se hablaba.
Cinco a diez minutos, era el tiempo que tardaba en calentar su auto, antes de partir por las calles de la ciudad, una ciudad totalmente desarrollada para él y sus menesteres. Alguien, como de costumbre, lo paraba por allí o por allá y Hugo como era muy sociable no tardaba en comenzar a charlar y de un plumazo resolvía los problemas más complicados que le sucedían a la ciudad, al país y al mundo. Parecía todo un político, quizás un concejal, el intendente, un diputado o senador, pero no, nada de eso. Hugo era taxista de profesión, podía enunciarnos sin respirar cada una de las direcciones de todos los hospitales municipales, provinciales y dispensarios, de las veintitantas comisarías y enumerar cada una de las cortadas y pasajes, que no conocía ni el propio vecino, era el sabedor acérrimo del recoveco más perdido y ese era solo el comienzo.
Al acercarse las seis y media de la tarde Hugo procuraba terminar con el trabajo y llegar al bar donde se reunía con sus colegas para adentrarse a las famosas charlas de filosofía que terminaban cerca de tres horas más tarde. Una vez más como todos los días y ya sentado en la mesa elegida compuesta por Carlos, el Chino, José, el Patón, asiduos concurrentes y algún otro que se sumaba, comenzaba el clásico y elocuente debate.
-¿Vieron lo de Chiche? El ciruja de Oroño, ahora parece ser la estrella de Internet –afirmó el Patón con su característica áspera voz.
-Ese si que la pasa de maravilla mirando las palmeras y los pajaritos, sin pagar impuestos y sin laburar, yo diría es el más bacán del centro –dijo el Chino de manera sarcástica para comenzar la discusión.
-Ahora famoso ¿Se imaginan? Se lleva todos los laureles, quizás salga en el programa de Polino, vaya almorzar con Mirta Legrand y con toda la platita que gane en la tele seguro se compra un taxi y nos saca a todos los clientes –continuó diciendo Carlos, mientras se rascaba la frente, como preocupado.
-No nos va sacar a ningún cliente, estás loco, se va a gastar toda la guita en vino como de seguro es su costumbre –concluyó Hugo.
Y así continuó la charla, saltando de tema en tema, por los caminos de la vida, hasta que en un momento irrumpió José diciendo:
-¿Vieron anoche el programa Cárceles? El programa que conduce este morocho, que parece uno más de los presos.
-Si, claro, vieron ¿Los presos qué están arrepentidos? –preguntó el Chino.
-Arrepentidos de ser tontos y caer en cana –contestó el Patón con una amplia sonrisa. Todos emitieron alguna carcajada.
-Esos no se curan más, si les encanta vivir así, al filo de la ley, de la plata dulce, es todo verso, ahora son todos mediáticos, los ladrones, los asesinos, los estafadores y los violadores –continuó Hugo.
-Seguro que no ven la hora de salir para afanar, si es lo único que saben hacer ¿Y quiénes son las victimas? Nosotros los tacheros, los que laburamos por la lleca para comer. Esto no tiene solución –expresó José preocupado.
-Si tiene solución, el paredón, no queda otra. Cuando estaban los milicos esto no pasaba, en ese tiempo se vivía tranquilo, todo en orden, al que mataban era por algo, seguro era por algo –dijo Hugo.
Justo en ese momento álgido de la charla, entra al bar otro antiguo comensal que desde hace un tiempo no participaba de las famosas reuniones.
-Cacho querido ¿Dónde te habías metido? ¿Adentro de un caño o estuviste paseando por el caribe? –pregunto el Chino con fuerte voz.
-Pasaba para saludarlos y me voy enseguida, lo que pasa es que las cosas no van tan bien y cada día se me complica un poco más, tengo problemas con el Mauro –contestó Cacho con mucha preocupación.
-¿No me vas a decir que el Mauro está enfermo? ¿Qué le pasó al loco ese? ¿Dejó embarazada a una mina? ¿Qué macana se mandó? –preguntó el Patón.
-¿Macana? Un macanazo, se le dio por tomar drogas, estuve a punto de ahorcarlo cuando me enteré, me lo tuvieron que sacar de encima sino lo mataba antes que la merca. Ahora a la madre se le ocurrió que el hijito tenía que desintoxicase y ahí está como una piltrafa tirado en una clínica. El hijito tenía que haber ido a laburar cuando repitió como cuatro veces la secundaria, pero no, ahí la madre decía: “Cambialo de escuela, dejá que pruebe en la nocturna que es más fácil” y así fue, se le dieron todos lo gustos y ahora es tarde, tardísimo.
-Quedate tranquilo Cachito, todo va a salir bien, los pibes se recuperan y es más, te guardamos tu lugar, nadie lo ocupará hasta que regreses y esto en un par de meses seguro lo tenés resuelto y para lo que necesites contá con todos nosotros –le dijo el Chino como para darle ánimo.
-Gracias queridos amigos, muchas gracias y discúlpenme por no poderme quedar, pero quería pasar a saludarnos y contarles que no los había abandonado porque si. Espero como dijo el Chino, que pronto pueda estar a diario con ustedes.
- Si, seguro, segurísimo –contestaron todos mientras Cacho se marchaba.
- Si, seguro, segurísimo, pobre Cacho. Estos drogones no salen más, tienen los días contados -dijo Carlos entre dientes.
- Seguro, eso de la recuperación es todo un verso, ningún falopa se rehabilita, están unos días internados y cuando salen se chorean una camión de caudales para reponer lo perdido –aseguró José
- También se mueren de sobredosis como una cucaracha que se tomo un balde de K-otrina, como le pasó al gil de Michael Jackson -dijo el Chino risueñamente, mientras Hugo miraba el reloj y continuó diciendo:
- Se esta haciendo tarde, son casi las nueve y media, hay que ir a cenar ¿La seguimos mañana?
-¿ya las nueve y media? La seguimos mañana –concluyó José.
Pidieron la cuenta, después de abonarla y saludarse, uno a uno se fue marchando a su hogar, para seguir la vida tal cual estaba establecida, con sus ideas a cuestas y con esa forma tan particular ver al mundo. Ahora ellos sólo pensaban en que les depararía la cena y el pobre chiche si se podría alimentar. Sabían que tenían una casa donde cobijarse y el pobre Chiche pasaría en la calle la noche más fría del año, pero esto no les importó, porque nunca lo supieron y si lo hubiesen sabido o imaginado seguro le encontraban algún estereotipo de esos que junto a todos sus prejuicios llenan sus mentes.
En un instituto de rehabilitación como en la cárcel, hay muchas personas que quieren recuperarse, necesitan por sobre todo mucha fuerza y el apoyo incondicional de la familia, algunos se aferran a la fe, lo más importante es tener a alguien que los contenga, les de fuerzas para salir adelante y en el momento mas crítico esté a su lado, para poder ayudarlo. También los recuperados necesitan luchar día a día, no solo contra su Karma sino también con los tantos Hugo, Carlos, el Chino, José y el Patón que habitan el país.
jueves, 24 de septiembre de 2009
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